La piel de Bogotá
En Bogotá, el ladrillo se ha convertido en parte de nuestra historia e identidad. Va mucho más allá de ser un material de construcción. El ladrillo es la piel de nuestra ciudad, y cada construcción que lleva este material es testigo del paso del tiempo, evidencia de cómo la ciudad ha crecido, cambiado y persistido. Conectando la arquitectura con la tierra, el paisaje y la identidad de quienes la habitamos. Es realmente especial ver cómo el rojo del ladrillo contrasta con los cerros, cómo la textura y color cambia cuando cae el sol o la lluvia. Este material, que tal vez poco apreciamos por la costumbre haber crecido con él, esconde en sus capas esconde la historia del origen de nuestra ciudad, que hoy en día seguimos construyendo ladrillo a ladrillo.
La historia del ladrillo en Bogotá se remonta a la época colonial, aunque es importante destacar que las civilizaciones prehispánicas ya utilizaban técnicas de construcción en tierra apisonada, como la tapia pisada estructural. Antes de la introducción del ladrillo, los materiales predominantes en la arquitectura colonial eran la tapia pisada y el bahareque. Sin embargo, su adopción en Bogotá fue rápida debido a la abundancia de recursos en la región. La Sabana contaba con yacimientos de arcilla de excelente calidad, lo que permitió el surgimiento de las primeras ladrilleras y marcó el inicio de su uso extensivo en la construcción de la ciudad.
Gracias a la abundancia de arcilla roja, nacieron las primeras estructuras coloniales. Como la iglesia de La Candelaria, construida en el siglo XVII, que hasta el día de hoy es referente del corazón de la ciudad.
El ladrillo se convierte en un símbolo arquitectónico de la ciudad con la modernización de Bogotá en el siglo XX. El rápido crecimiento de la ciudad hizo que el ladrillo se convirtiera en aliado perfecto; su resistencia, lo económico que era, la posibilidad de usarlo en construcciones residenciales e institucionales, y la facilidad de producirlo localmente, lo convirtieron en la opción adecuada. Además, de su capacidad para resistir al clima frío; y su inercia térmica ayuda a que las temperaturas en los interiores sean más estables: absorbe el calor durante el día y lo libera lentamente en las noches. Otro factor por el cual este es el material ideal para nuestra ciudad es su resistencia a la humedad lo hace la opción ideal para la lluvia frecuente que se vive en el día a día Bogotano.
Nuestro mayor referente y quien entendió el poder simbólico del ladrillo para esta ciudad fue el Rogelio Salmona. Entendió y nos enseñó que el ladrillo es mucho más que un material de construcción: es un medio para contar historias.
Este material ha logrado crear una conexión emocional con quienes habitamos y vivimos Bogotá diariamente. Incluso para quienes la visitan, siempre será un elemento que llama la atención. El ladrillo se ha convertido en un material cercano, presente y en algún sentido, familiar, lo vemos en las grandes obras de nuestra ciudad, pero también en las más sencillas. Para muchos es el material que nos envuelve la mayoría de nuestro tiempo; creando una continuidad visual y emocional que ha atravesado generaciones.
Así, que siempre que caminen por Bogotá, deténganse a mirar lo que la rodea, cómo el ladrillo la abraza y cuenta su historia. Y si no ha venido nunca, es una razón fundamental para no perdérsela.