El Elogio de la sombra: La belleza en lo que no se ve
Junichiro Tanizaki, autor del reconocido libro “El elogio de la sombra”, publicado en 1933, describe más que su forma de ver el mundo su manera de habitarlo. Esta obra se ha convertido en un referente mundial para entender la estética japonesa, su relación con la arquitectura, la materialidad y la luz.
Reflexionando sobre la inmediatez del mundo occidental, Tanizaki propone una pausa en la que se contempla cómo las sombras modelan los espacios; cómo lo opaco y lo tenue, en muchos casos, son más expresivos que lo nítido y lo brillante. Su reflexión se centra en que la belleza japonesa no está en la forma, sino en la atmósfera; que los espacios no son geometrías estáticas, sino campos sensoriales, donde la luz, el tiempo y los materiales se encuentran en un diálogo constante pero silencioso.
Junichiro Tanizaki. autor desconocido | Libro japonés «Showa Literature Series: Vol.31 (número de febrero de 1954)» publicado por Kadokawa Shoten.
Interior tradicional japonés, iluminado naturalmente. Foto: Galvin Brothers por Department two.
La arquitectura tradicional japonesa tiene una característica muy especial: constantemente abraza la impermanencia, influenciada por el sintoísmo, el budismo Zen y su geografía efímera, marcada por terremotos y estaciones intensas. Las casas construidas en madera, los papeles translúcidos, los muros de tierra y los espacios abiertos que guían hacia jardines internos son todos dispositivos que invitan a la sombra a habitar el espacio.
La atención especial a los detalles es otro de los aspectos fascinantes que destaca Tanizaki en su libro. El brillo de los materiales bajo una luz tenue, el espacio reservado para un tokonoma (nicho decorativo) que no necesita ser iluminado porque su belleza nace de lo que sugiere, no de lo que revela.
Estudio Abramzo Foto: The best new architects
Esta observación lo lleva a construir una crítica hacia la obsesión occidental por la electricidad, la claridad extrema, la higiene entendida como blanqueamiento, y el diseño que se convierte en espectáculo. Una visión que entra en choque con la sutileza que define la estética japonesa.
Estas ideas también se reflejan en la obra de Tadao Ando, cuyo manejo del hormigón y del vacío demuestra que la sombra no es ausencia, sino contenido. En su Iglesia de la Luz, el muro se abre para dar paso a la luz, mostrando cómo la sombra delinea lo sagrado.
Iglesia de la Luz, Tadao Ando. Foto: Archdaily
Otro ejemplo es el trabajo de Kengo Kuma: en su Asakusa Culture and Tourism Center, las pantallas de madera filtran la luz, conectando el edificio con la tradición artesanal japonesa.
El elogio de la sombra nos invita a reflexionar sobre cómo queremos vivir, nos pregunta: ¿de qué manera queremos habitar el mundo?
Asukusa Culture Tourist Information Center, Kengo Kuma. Foto: @takeshi YAMAGISHI
En una época donde la inmediatez marca el ritmo de la vida, Tanizaki nos hace reconsiderar el valor de los detalles, de lo sutil, de lo íntimo, enseñándonos que la sombra no es un defecto: es un lenguaje.