Sobre influencias indígenas en la arquitectura latinoamericana

Hay algo profundamente poderoso en reconocer que no todo lo que nos inspira debe ser conquistado. Que no toda influencia debe traducirse en apropiación, ni todo conocimiento transformarse en estética. Que existen formas de aprender que no buscan dominar, sino escuchar, en muchos casos reinterpretar lo tradicional. En la arquitectura, esto se vuelve urgente cuando miramos hacia las cosmovisiones indígenas de nuestro continente. ¿Cómo podemos hablar de influencia sin caer en la explotación cultural? ¿Cómo construir desde el respeto, el diálogo y la reciprocidad?

Dos ejemplos contemporáneos nos invitan a repensar esta relación: Arquitectura Expandida, en Colombia, y el Colectivo C733, en México. Ambos han entendido que el diseño no es una imposición de formas, sino una construcción de vínculos. No se trata de replicar símbolos o traducir rituales, sino de abrir espacios donde las voces históricamente silenciadas puedan ser protagonistas de su propio territorio.

En el caso colombiano, Arquitectura Expandida ha trabajado por años en barrios periféricos de Bogotá y otras ciudades, co-creando infraestructuras culturales junto a comunidades locales. Más que diseñar objetos arquitectónicos, facilitan procesos. Escuchan, caminan, conversan. Sus proyectos, como Las Perchas son dispositivos construidos en bambú, resultado de un proceso de co-diseño y co-construcción entre el colectivo Arquitectura Expandida y diversos movimientos ambientalistas e indigenistas comprometidos con la defensa de la Reserva Forestal Thomas van der Hammen, ubicada al norte de Bogotá. Este territorio, valioso por su riqueza ecológica y cultural, se encuentra permanentemente amenazado por intereses inmobiliarios que buscan su urbanización. El proyecto se plantea como una estrategia de resistencia activa desde el espacio, donde el diseño se convierte en herramienta de acción y visibilización.No buscan “reinterpretar lo indígena”, sino que parten del reconocimiento de saberes comunitarios, de formas de organización ancestrales, de modos de habitar no lineales ni jerárquicos. Lo indígena no es una inspiración lejana, es una forma de estar en el mundo que ya habita los márgenes, y que merece ser escuchada sin filtros.



En México, el Colectivo C733 ha trabajado en obras públicas que parten de la integración respetuosa del conocimiento tradicional, como la Casa de la Música en Nacajuca, diseñada por el Colectivo C733 junto a la comunidad maya-chontal, es uno de esos gestos arquitectónicos donde el diseño no se impone, se acuerda.En un municipio marcado por la riqueza cultural y la fragilidad institucional, este espacio nace como un acto de resistencia simbólica. Un lugar para proteger la memoria sonora del territorio, para que los saberes musicales ancestrales no se diluyen, para que las nuevas generaciones tengan un espacio donde aprender desde el ritmo, el cuerpo y la palabra.Su arquitectura no busca representar lo indígena como una estética, sino sostenerlo como una práctica viva. Retoma técnicas constructivas locales, trabaja con materiales del lugar y se adapta al clima húmedo del trópico. Es un edificio, sí, pero también es una conversación: entre pasado y presente, entre tradición y contemporaneidad, entre lo construido y lo que no se puede tocar.La Casa de la Música no es solo un ejemplo de arquitectura sensible. Es una forma de entender que influir no es apropiarse, sino colaborar. Que proyectar, en territorios atravesados por la historia, exige más humildad que autoría. Y que cuando el diseño nace desde la escucha, se vuelve posibilidad de permanencia.

Ambos colectivos comparten una misma ética: la influencia no es un gesto estético, sino una postura política. Y en ese sentido, proponen una arquitectura que no se adueña del conocimiento ancestral para traducirlo al lenguaje moderno, sino que lo reconoce como contemporáneo, vigente y, sobre todo, vivo.

Es necesario, entonces, diferenciar entre inspiración y extractivismo. En demasiadas ocasiones, el mundo del diseño ha caído en la tentación de convertir lo indígena en tendencia. Colores, formas, tejidos, tipologías… todo susceptible de ser mercantilizado sin contexto, sin crédito, sin vínculo real con las comunidades de las que proviene. Frente a eso, iniciativas como las de Arquitectura Expandida y C733 nos recuerdan que la influencia verdadera no toma. Convoca.

La influencia indígena en la arquitectura latinoamericana no debería ser una moda, sino una deuda histórica. Una oportunidad para reparar, para reaprender, para descentralizar la autoría y volver a construir desde lo colectivo. Porque lo que se hereda se cuida, se honra, se transforma en compañía para las nuevas generaciones.

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