Rogelio Salmona “Todo lo que no es música, cine o literatura es arquitectura”
Durante su carrera, aproximadamente desde los años 50 hasta el 2000, Rogelio Salmona transformó Bogotá con edificios que trascienden la funcionalidad, estableciendo un diálogo constante entre el pasado prehispánico, la modernidad y el entorno natural, tres aspectos clave en la identidad de la ciudad hasta hoy. Aunque muchas veces de manera inconsciente, su arquitectura es, sin duda, una de las primeras referencias al pensar en Bogotá. Su legado es fundamental en la formación de los arquitectos colombianos; sus obras e ideas son estudiadas desde el primer año de carrera y altamente reconocidas en el ámbito académico. Sin embargo, su fama parece estar en un limbo: mientras en la arquitectura su aporte es innegable y miles de personas transitan a diario por sus espacios, muchos desconocen su nombre y el impacto que su obra ha tenido en la configuración de la ciudad. En el 2003 cuando Salmona ganó la medalla Alvar Aalto -uno de los más importantes reconocimientos que un arquitecto puede recibir a nivel mundial- que hoy en día solo 13 personas han recibido, a nadie en el país pareció importarle o prestarle la atención que se merece.
Nacido en París y formado en Colombia, Salmona creó su visión arquitectónica bajo la influencia de Le Corbusier, con quien trabajó en Francia al comenzar su carrera. Para Le Corbusier la arquitectura moderna se basa en la funcionalidad y la claridad, donde “una casa es una máquina para habitar”. Para él, el diseño tenía que responder a principios racionales, organizando los espacios con lógica y armonía. Cosa que es evidente en las obras de Salmona. Sin embargo, al final, su obra se alejó bastante de las bases del modernismo internacional para desarrollar un lenguaje propio que se adapta a la tradición local y al uso conveniente del ladrillo.
Salmona mantuvo a través de los años una serie de intenciones y propuestas de carácter universal que ha adaptado a su ámbito local. Es decir, Salmona no solo responde a necesidades funcionales básicas, como el uso del edificio o su estructura, sino que también considera su relación con el entorno en un sentido más profundo. Pone en primer plano el contexto geográfico (topografía, clima, paisaje), el contexto histórico (las tradiciones arquitectónicas locales, la memoria de la ciudad) y el contexto social (cómo las personas usan y experimentan los espacios urbanos).
Salmona reconoció que el poder del sentido de pertenencia de la ciudad se incentiva con la creación de lugares públicos y abiertos para el encuentro. Por ejemplo, El Eje Ambiental, Las Torres del Parque, el Centro Cultural García Márquez son reconocidos ejemplos de sus hitos urbanos que promueven la interacción social y el disfrute del espacio público. Antes de 1970 -año de inauguración de las Torres del Parque- en Bogotá no había ningún edificio residencial que entregara completamente el nivel de la calle a la ciudad, todo este nivel consistía en comercios, áreas verdes y áreas de reunión completamente públicas, sin reja ni límite.
Guillermo Angulo recuerda en el texto ‘Rogelio Salmona; Arquitectura del tiempo y la memoria’ que no mucho tiempo después de haber inaugurado las torres, a un niño que allí vivía le robaron su bicicleta, y los padres decidieron que lo mejor era cerrar por completo las tres torres con un muro alto. Salmona se presentó a la junta completamente solo en su posición y logró convencer a los demás residentes de no volver su proyecto un conjunto cerrado. Les explicó que, aunque las zonas comunes eran de ellos en términos legales y económicos, en realidad le pertenecían a la ciudad y a la gente, y terminó argumentando que, al contrario, el haber mucha gente circulando impedía el acto de robar, que suele ser clandestino, cosa que ha sido hasta el día de hoy.
Para él, el interés por la actividad y la reunión, más que la función, posibilita una utilización abierta y amplia de sus edificios. Durante su carrera, logró construir edificios perdurables, sólidos y estables, que permitan la apropiación colectiva y la identificación de sus habitantes con la arquitectura, como la biblioteca Virgilio Barco que además de ser un edificio público se centró en un espacio urbano con amplias plazas, espejos de agua y terrazas abiertas al paisaje del Parque Simón Bolívar y a lo lejos, los cerros orientales.
Sus espacios tienen la cualidad de emocionar, ya que trabaja con los elementos que juegan con todos los sentidos del ser humano: la luz, la vegetación y el agua, que acompañan una arquitectura pensada para ser entendida como una experiencia en sí misma y no solo como una estructura que la sostiene.
Imagen tomada de: Fundación Rogelio Salmona
Más allá de sus edificios, el legado de Salmona reside en su concepción de la arquitectura como un acto social y cultural. Su obra sigue inspirando la creación de espacios que respondan a su contexto, respeten la historia y fomenten el encuentro humano.
Imagen tomada de: ArchDaily “Centro Cultural Universitario Rogelio Salmona, de la Universidad de Caldas (Primera Etapa) / Rogelio Salmona” © Luis Suarez Sierra