Jaime Gutiérrez Lega: Diseñar es dejar huella
La historia del diseño industrial en Colombia no puede contarse sin pronunciar su nombre. Jaime Gutiérrez Lega, nacido en Bucaramanga en 1932, no solo fue testigo del surgimiento del diseño en el país: lo vivió, lo impulsó y lo definió. Su vocación se forjó entre talleres de arte en Los Ángeles y aulas de ingeniería de mobiliario en Finlandia, pero también en las calles de Bogotá, en las ferias de Villa de Leyva, y en los espacios domésticos donde aún habitan sus objetos. Su entrada al diseño, más que un plan, fue una revelación: ver a unos estudiantes salir de clase con objetos escultóricos que funcionaban como teléfonos fue suficiente para entender que el arte podía abrazar la función y que diseñar era una forma concreta de mejorar el mundo.
Jaime Gutierrez Lega
Foto: Nicoás Cabrera- tomada de Design On
A su regreso a Colombia, el panorama era incierto. Apenas dos industrias —Philips y General Electric— traían productos del extranjero sin necesidad de diseñadores locales. Frente a esa escasez, Gutiérrez Lega hizo lo que hacen los visionarios: creó el camino que no existía. Trabajó con editoras como Toni Furniture, Artecto, Ervico y, más adelante, fundó su propio estudio. Allí desarrolló piezas que respondían a necesidades reales: desde sillas para exteriores resistentes al clima hasta cabinas telefónicas de plástico transparente que colonizaron las calles bogotanas. Diseñó, enseñó, investigó. Fue un maestro para figuras clave del diseño latinoamericano como Alberto Mantilla y Óscar Peña, y un referente silencioso para generaciones que, sin saberlo, crecieron con sus objetos.
De su vasta producción, una silla lo inmortalizó. La Ovejo, hecha con piel de oveja, correas de cuero y madera de eucalipto, sintetiza su visión del diseño como acto cultural y emocional. No es solo una silla: es una pausa, un gesto de cuidado, una memoria material. La pieza, que comenzó como una exploración de materiales locales, llegó a exponerse y venderse en Nueva York, y obtuvo reconocimiento del CIDEM en 1972. Como muchas de sus creaciones, la Ovejo no buscaba ser icónica, pero terminó siéndolo, quizás porque encarna esa cualidad esencial del buen diseño: el de no imponer, sino acompañar.
Silla Ovejo
Hoy, el legado de Gutiérrez Lega no solo se conserva, sino que respira un nuevo aire gracias a su colaboración con la marca Folies. Bajo la filosofía de “crear nuevos clásicos”, Eugenia Robledo y Jimena Londoño reeditan cinco de sus sillas más emblemáticas —Museo, Vaivén, Avispa, 2340 y La Lega—, piezas que vuelven a ocupar el presente con una vigencia sorprendente. Esta alianza no solo recupera formas: devuelve al diseño colombiano una parte olvidada de su historia, y a las nuevas generaciones, una oportunidad para sentarse —literalmente— sobre un legado. Las piezas mantienen los principios que Gutiérrez Lega siempre defendió: funcionalidad clara, producción sostenible y ergonomía real. Son objetos pensados para durar, pero también para entendernos mejor como cuerpo, como cultura, como región.
Jaime Gutierrez Lega en su silla flotante
Jaime Gutiérrez Lega es un diseñador que ha vivido muchas vidas: artista, arquitecto, docente, arqueólogo, pensador. En todas ellas ha mantenido una pregunta constante por el sentido de las formas y su lugar en el tiempo. Su influencia no se mide solo en productos, sino en maneras de mirar, en decisiones silenciosas, en la certeza de que diseñar es una forma de cuidar. Y quizás por eso, sus sillas no se sientan: se habitan.